No importa con cuantas vallas cubrieras la ciudad, los banners regados en las redes, las encuestas fabricadas y los replicadores de las mismas noticias y los mismos posts, ni cuantos shows mediáticos o actos proclamando ser el elegido se haga, las aspiraciones a alcalde en Santo Domingo Este lucen apagadas, sin sentido, atascadas en el fango del «no me importa» de una población pendiente a «calamares» y asombrada por la inflación.
Incluso, los videos de eventos, más allá de la «algarabía cerca del podium, desnundan desaliento a medida que te acercas a ellos y si sales fuera del recinto, parecen velorios porque afuera, la logística, no cuenta.
Desde muy temprano, aspirantes incluso, inescrupulosos, han inundado la ciudad de Santo Domingo Este de vallas agresivas con sus caras y los logos, violando la ley electoral pero cuidándose de no colocarlas en espacios públicos para evitar ser removidas (solo dos murieron así), pero ni con el tsunami de colores, han logrado que sus «marcas» se impongan en una realidad penosa de la falta de liderazgo evidente que salpica o bien partidos destrozados por luchas internas o con dirigentes comprando cerrojos para sus puertas, evitando mariscos incluso, en semana cuando no se come carne.
La política está tan lejos de los votantes como los precios de los productos básicos, el llamado «pueblo» no «come» con promesas de gerentes ni mesías, tratando de reciclar a quienes antes llamaron y luego, abandonaron, para ahora convocarles con el mismo cuento o solo cambiando si acaso, alguna sílaba.
Tarda en arrancar la política y los que se apuraron es posible que terminen quedando abandonados en el fango por el atasque mientras que otros, que se ahorraron estos meses de incertidumbre y siempre estuvieron presentes, logren cruzar el lodazal hasta tierra firme.